Aquella bañista que lucía una estrella de mar tatuada en el omoplato derecho, mientras nadaba a braza - y llevaba ya un buen rato subiendo y bajando rítmicamente sobre el cuerpo desnudo del agua, disfrutando de sus caricias- sintió un dulce estremecimiento en un eslabón inconcreto de su médula espinal. Luego, unos cuantos largos después, le sobrevino otro, que tuvo algo de pequeño movimiento sísmico interior; otro un poco más tarde, todavía más intenso que los anteriores; y, por último, apenas unas brazadas después, otro mucho mayor que le abrasó la espalda hasta fundirse con el calor que inundaba todo su cuerpo y que le obligó, de puro extenuada e incapaz de asimilar tanto placer, a detenerse junto a la corchera, agarrarse a ella, y permanecer allí, a unos metros de la orilla, enajenada de sí e inmóvil, como una sirena varada.
Autor nadaduría: Ángel Ortín, Dibujo: Juan Luis Borra
No hay comentarios:
Publicar un comentario