"Por la secreta escala disfrazada", es la obra que podéis contemplar a la izquierda -realizada por un servidor, única obra pictórica de la exposición- y que ha podido ser vista por aquellos que habéis tenido la amabilidad y posibilidad de acudir a la exposición de infografías en la AAPGA y de la que hago mención en este mismo blog con referencia al 10 de noviembre.
Inspirada en las canciones de "La noche oscura" del gran místico español Juan de la Cruz, puede apreciarse la ascensión de alma (una paloma) y su transformación y unión con la Divinidad -el Cosmos- a medida que alcanza la perfección. Dentro de la simbología San Juanista, el color verde significa esperanza y sosiego espiritual, es por ello que predimina dicho color en todo el cuadro con ligeros y sutiles deslizamientos hacia el blanco que es la la perfección y purificación total.
La obra viene acompañada de un sucinto desglose infográfico que inspira la obra pictórica final.
Una obra, que tan sólo pretende ser una tibia sombra de lo que tan hermoso poema me inspiró en su día, independientemente de las creencias religiosas de cada uno. La mística no entiende de credo, y es por tanto universal.
Hasta este viernes todavía podéis contemplar la exposición.
La noche oscura
Canciones del alma que se goza de haber llegado al alto estado de la perfección, que es la unión con Dios,
por el camino de la negación espiritual.
En una noche oscura,
con ansias en amores inflamada,
(¡oh dichosa ventura!)
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada.
A oscuras y segura,
por la secreta escala disfrazada,
(¡oh dichosa ventura!)
a oscuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada.
En la noche dichosa,
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz ni guía
sino la que en el corazón ardía.
Aquésta me guïaba
más cierta que la luz del mediodía,
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.
¡Oh noche que me guiaste!,
¡oh noche amable más que el alborada!,
¡oh noche que juntaste
amado con amada,
amada en el amado transformada!
En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba.
El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería,
y todos mis sentidos suspendía.
Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el amado,
cesó todo, y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.
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